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Aventuras y desventuras de una Gran Cacho de Perkins
18/8/10
Conversación assurda
Hola a todos. Este post tenía previsto ser otra muestra de "situaciones assurdas" varias que me pasan en la vida, pero ahora que me pongo a escribirlo, sólo soy capaz de acordarme de una, cachis, siempre me pasa igual. No obstante, os la voy a escribir porque no tiene desperdicio.
Estaba yo preparándome la maleta para volver a este lluvioso país, cuando sentí la necesidad de hacer una pausa e ir a la cocina a comprobar el estado de la nevera. Es una práctica que me gusta llevar a cabo regularmente siempre que estoy en casa (la de mis padres) porque, a pesar de no comerme lo que hay dentro, me devuelve una sensación de seguridad, de protección, de que todo está en orden...
El caso es que yo estaba abajo suspirando por no poder seguir haciendo dichas comprobaciones en un par de días, cuando baja mi hermana y... (antes de transcribir lo que me dice, he de informaros de que tengo 2 camas en mi habitación, en una evidentemente es donde duermo, la otra queda vacía (lamentablemente)).
Hermana: Te he dejado unas cosas en la cama que no usas
Esta frase en apariencia normal y simple de interpretar, pasó en mi cabeza a ser esta otra: " Te he dejado unas cosas en la cama, que no usas", con una estructura germánica que traducida al español estándar sería: "Te he dejado unas cosas que no usas en la cama", a lo que siguió este brevísimo diálogo de besugos (besugas, en este caso, ¿o habría que decir assurda germanizada+víctima inocente?):
Hermana: Te he dejado unas cosas en la cama que no usas
Yo: ... que no usas tú.
Hermana (con cara de flipe): eeeh... no, que no usas TÚ.
Yo (alucinada): ¿Qué cosas no uso yo?
Hermana: ¿Quéeeee?
Bueno, así escrito es muy poco assurdo para todo lo que me pude reir con esto... pero me pareció muy típico :)
Hola a todos. Este post tenía previsto ser otra muestra de "situaciones assurdas" varias que me pasan en la vida, pero ahora que me pongo a escribirlo, sólo soy capaz de acordarme de una, cachis, siempre me pasa igual. No obstante, os la voy a escribir porque no tiene desperdicio.
Estaba yo preparándome la maleta para volver a este lluvioso país, cuando sentí la necesidad de hacer una pausa e ir a la cocina a comprobar el estado de la nevera. Es una práctica que me gusta llevar a cabo regularmente siempre que estoy en casa (la de mis padres) porque, a pesar de no comerme lo que hay dentro, me devuelve una sensación de seguridad, de protección, de que todo está en orden...
El caso es que yo estaba abajo suspirando por no poder seguir haciendo dichas comprobaciones en un par de días, cuando baja mi hermana y... (antes de transcribir lo que me dice, he de informaros de que tengo 2 camas en mi habitación, en una evidentemente es donde duermo, la otra queda vacía (lamentablemente)).
Hermana: Te he dejado unas cosas en la cama que no usas
Esta frase en apariencia normal y simple de interpretar, pasó en mi cabeza a ser esta otra: " Te he dejado unas cosas en la cama, que no usas", con una estructura germánica que traducida al español estándar sería: "Te he dejado unas cosas que no usas en la cama", a lo que siguió este brevísimo diálogo de besugos (besugas, en este caso, ¿o habría que decir assurda germanizada+víctima inocente?):
Hermana: Te he dejado unas cosas en la cama que no usas
Yo: ... que no usas tú.
Hermana (con cara de flipe): eeeh... no, que no usas TÚ.
Yo (alucinada): ¿Qué cosas no uso yo?
Hermana: ¿Quéeeee?
Bueno, así escrito es muy poco assurdo para todo lo que me pude reir con esto... pero me pareció muy típico :)
16/8/10
Casualidad poética
Es curioso cómo la casualidad juega con las impresiones, los sentimientos, las percepciones. Un ejemplo de esto es lo que me pasó el viernes en el avión, cuando me decidí a abrir mi lectura "obligatoria" de Juan Ramón Jiménez, Diario de un poeta reciencasado. Obligatoria porque tengo que leerme la introducción y el análisis, pero mientras, al llegar al final de un apartado, abro el libro y busco un poema de manera aleatoria a modo de premio por haberlo soportado hasta ahí. Eso hice en lo alto, y éste es el primer poema que mi mano halló:
VÍSPERA
Ya, en el sol rojo y ópalo del muelle,
entre el viento lloroso de esta tarde
caliente y fresca de entretiempo,
el barco, negro, espera.
--Aún, esta noche tornaremos
a lo que ya casi no es nada
- adonde todo va a quedarse
sin nosotros)-,
infieles a lo nuestro.
Y el barco, negro, espera.—
Decimos: ¡Ya está todo!
Y los ojos se vuelven, tristemente,
buscando no sé qué, que no está con nosotros,
algo que no hemos visto
y que no ha sido nuestro,
¡pero que es nuestro porque pudo serlo!
¡Adiós! ¡Adiós! ¡Adiós a todas partes, aún sin irnos
y sin querernos ir y casi yéndonos!
...Todo se queda con su vida,
que ya se queda sin la nuestra.
¡Adiós, desde mañana –y ya sin casa—
a ti, y en ti, ignorada tú, a mí mismo,
a ti que no llegaste a mí, aun cuando corriste,
y a quien no llegué, aunque fui de prisa
--¡qué triste espacio en medio!—
...Y lloramos, sentados y sin irnos,
y lloramos, ya lejos, con los ojos, mares,
contra el viento y el sol, que luchan, locos.
Es curioso cómo la casualidad juega con las impresiones, los sentimientos, las percepciones. Un ejemplo de esto es lo que me pasó el viernes en el avión, cuando me decidí a abrir mi lectura "obligatoria" de Juan Ramón Jiménez, Diario de un poeta reciencasado. Obligatoria porque tengo que leerme la introducción y el análisis, pero mientras, al llegar al final de un apartado, abro el libro y busco un poema de manera aleatoria a modo de premio por haberlo soportado hasta ahí. Eso hice en lo alto, y éste es el primer poema que mi mano halló:
VÍSPERA
Ya, en el sol rojo y ópalo del muelle,
entre el viento lloroso de esta tarde
caliente y fresca de entretiempo,
el barco, negro, espera.
--Aún, esta noche tornaremos
a lo que ya casi no es nada
- adonde todo va a quedarse
sin nosotros)-,
infieles a lo nuestro.
Y el barco, negro, espera.—
Decimos: ¡Ya está todo!
Y los ojos se vuelven, tristemente,
buscando no sé qué, que no está con nosotros,
algo que no hemos visto
y que no ha sido nuestro,
¡pero que es nuestro porque pudo serlo!
¡Adiós! ¡Adiós! ¡Adiós a todas partes, aún sin irnos
y sin querernos ir y casi yéndonos!
...Todo se queda con su vida,
que ya se queda sin la nuestra.
¡Adiós, desde mañana –y ya sin casa—
a ti, y en ti, ignorada tú, a mí mismo,
a ti que no llegaste a mí, aun cuando corriste,
y a quien no llegué, aunque fui de prisa
--¡qué triste espacio en medio!—
...Y lloramos, sentados y sin irnos,
y lloramos, ya lejos, con los ojos, mares,
contra el viento y el sol, que luchan, locos.
Juan Ramón Jiménez, 1916
Sin pensarlo más, me sonreí a mí misma, qué casualidad leer primero tal poema cuando me acabo de despedir de todo y de todos. Seguí leyendo la pesada introducción, blabla, blabla que ya se me ha olvidado, y en el momento de pasar a otro epígrafe, volví a abrir el libro, intrigada por qué me saldría ahora. Ésto es lo que leí:
Nocturno
Tan inmenso que es ¡oh mar! el cielo,
Como es el mismo en todas partes,
Puede el alma creerlo tan pequeño...
Enclavado a lo eterno eternamente
Por las mismas estrellas,
¡qué tranquilos sentimos, a su amparo,
el corazón, como en el sentimiento
de una noche, que siendo sólo nuestra madre,
fuera el mundo!
¡Qué refugiados nos sentimos
bajo su breve inmensidad definitiva!
Quizá alguno de los que lea esto no sepa la bonita noche que pasé con amigos muy queridos, al amparo de las estrellas, buscando las lágrimas de S. Lorenzo y observando los secretos a gritos de cada constelación. Pero me hizo gracia pensar por qué extrañas conexiones o casualidades de la vida tuvieron que salir estos poemas justo, y no otros cualesquiera... Qué curioso.
Sin pensarlo más, me sonreí a mí misma, qué casualidad leer primero tal poema cuando me acabo de despedir de todo y de todos. Seguí leyendo la pesada introducción, blabla, blabla que ya se me ha olvidado, y en el momento de pasar a otro epígrafe, volví a abrir el libro, intrigada por qué me saldría ahora. Ésto es lo que leí:
Nocturno
Tan inmenso que es ¡oh mar! el cielo,
Como es el mismo en todas partes,
Puede el alma creerlo tan pequeño...
Enclavado a lo eterno eternamente
Por las mismas estrellas,
¡qué tranquilos sentimos, a su amparo,
el corazón, como en el sentimiento
de una noche, que siendo sólo nuestra madre,
fuera el mundo!
¡Qué refugiados nos sentimos
bajo su breve inmensidad definitiva!
Juan Ramón Jiménez, 1916
Quizá alguno de los que lea esto no sepa la bonita noche que pasé con amigos muy queridos, al amparo de las estrellas, buscando las lágrimas de S. Lorenzo y observando los secretos a gritos de cada constelación. Pero me hizo gracia pensar por qué extrañas conexiones o casualidades de la vida tuvieron que salir estos poemas justo, y no otros cualesquiera... Qué curioso.