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Aventuras y desventuras de una Gran Cacho de Perkins

30/7/04

Hola de nuevo, queridos sufridores de la larga espera sin tener noticias mías, aunque si os digo la verdad, no creo que tuvieseis alguna vez dependencia de semejante página, teniendo algunos la suya propia, con links, espacio para jomentarios, etc. Además, ¡¿¡¿¡¿¡ cómo vais a tener dependencia de algo que se os suministra (casi) una vez cada dos meses!?!?!?! Y no me puedo enfundar en lajkusa barata de: "nooo, si ejke a mi esto de la informática..." porque a pesar del odio que genero en los ordenadores (que no sé por qué me pasa, realmente), no creo recordar que se me haya llegado a dar mal la informática en sí, sino quizás las filigranas voluntarias de "porque sí, porque me gusta y porque yo lo valgo" pues soy tan vaga que no me sale de por sí y prefiero salir a tomar algo con los amigos, cada vez que me llaman, o quedarme assorta (esta no os la sabíais, ¿eh?) ejkuchando alguna canción, o ver una peli para tías, mal que me pese reconocello... Pero vamos, esta vez no os quejéis, ¡¡que no he llegado ni a los dos meses sin ejkribir!!
Bueno, y basta de introducciones, vamos al tajo. Claro que, si yo supiese cuál es el tajo... dejadme pensar... es que yo en realidad me he puesto a escribir aquí no porque tenga una mega-historia que jomentar (aunque alguna me saldrá), ni siquiera por la promesa de los dos meses (aún me quedaban días), sino porque hoy me ha dado por escribir en todos los blos, y me parecía un poco patético hacerlo en todos menos en el propio. Así que nada, os explicaré cómo me vi envuelta en una subasta de hombres... pero no pujé, ¿eh? a ver si os pensáis que soy una loba desmelenada... no... yo sólo... ¡los subastaba!
Todo empezó aquel día en que hubo reunión general de la residencia en la que vivo, a la que no asistí por estar currando tol día, pero en la cual no sé por qué extraña razón quedé apuntada sin mi consentimiento como voluntaria para ayudar a organizar la mega-fiesta de verano de la residencia, para la que fueron asignados no sé cuantísimos euros en esa misma sesión. Y es que el enmarronamiento me persigue allá a donde vaya, está siempre conmigo. Todo el mundo juega con la ventaja de que no les voy a decir que no, talón de Aquiles mío que la gente descubre siempre con sorprendente rapidez. En fin, ahi estaba yo, con cara de susto porque ya tenía en mi haber la organización de dos fiestas latinas y el apoyo logístico en tantos otros eventos de este tipo, experiencias todas suficientes por sí mismas como para saber que moriríamos todos en el intento... y entonces vino uno de los inocentes organizadores voluntarios (este sí estaba en la reunión y quiso hacerlo, de ahi su comprobada inocencia) y me expuso sus innovadoras ideas para que yo le diese mi opinión, entre las cuales se hallaba la no poco original de hacer una subasta de hombres. Ni que decir tiene que yo me escandalicé y me negué rotundamente... ¿no? ¿que no cuela? Bueeeno, he de admitir que desde el primer momento se me pusieron los ojos como huevos duros ante el pensamiento utópico de que pudiésemos hacer eso en una residencia tan católica (dependemos de un obispado), que las plantas están separadas en plantas de chicos y de chicas. Pero como todas las cosas en esta vida, es todo un paripé (ya lo dijo más o menos Calderón) y parecía incluso posible que ocurriese el milagro... lo mejor de todo fue cuando me dice el buen muchacho que todos habían pensado en mi para hacerme cargo del evento. Una sonrisa cruzó mi cara y... ji... jijiji... jiJIJIJI... JIJIJAJAJA... JAJAJAJAJAJAJAJAAAAA!!!!! La carcajada diabólica hizo mella en mí, y claro, una vez más no me pude negar, estaba entre la espada y la pared...
En fin, los preparativos del cotarro tuvieron lugar con más o menos éxito, y el día D a la 1 de la mañana la tensión era máxima; las féminas se habían encharcado casi los pulmones de alcohol para obtener con su bebida los vales que más tarde habrían de apostar entre vítores y nerviosismo... los hombres también porque tenían que ayudar a sus chicas en lo que fuera (y a ver si con un poco de suerte se les olvidaba lo de la subasta con la borrachera y...), y se acercaron a la barra donde el frenetismo era extremo para decirme que mi momento había llegado y... con decisión, me dirigí a la tarima en la que iba a ocurrir. Tomé el micrófono elegantemente (ejem) y dije con mi voz aterciopelada: ¡¡¡¡¡¡¡¡LAS MUJERES QUE SE PONGAN DELANTE QUE VAMOS A EMPEZAR!!!!!!! Y ocurrió algo que yo no me esperaba: me había pensado toda clase de recursos estilísticos, mentiras y juegos de palabras para animar a las muchachas echás patrás a que apostasen... ¡y madre mía! ¡es que no tuve ni que abrir la boca, que las muy lobas se lanzaron a pujar como posesas! Algunos consiguieron al fin ser subastados por más de doscientos vales - que yo me pregunto, amigos, ¿cuánto bebieron esas locas? - y al final una servidora, casi sin voz (empecé cada puja con 2 vales y subí de uno en uno), se retiró a seguir poniendo cervezas alegremente en la barra que le correspondía. Incluso hay documentos gráficos de estos hechos tal y como los he contado, pero no sé cómo puedo meter fotos en el chihme éste (no sé ni cómo cambiar los links... sorry, se me ha olvidado...)
En fin, tras este testamento, y una vez expresada la anécdota, quiero pedir un minuto de reflexión para que se hagan ustedes un par de preguntas: ¿a dónde se dirige la juventud con estudios de esta Europa a la que pertenecemos? ¿Cuál será del rol de la mujer en las próximas décadas? ¿Qué hacéis aún la mayoría, que no me habéis visitado aún?
Un beso a todos, y nos leemos dentro de menos de 2 meses ;)

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