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Aventuras y desventuras de una Gran Cacho de Perkins

12/5/07

Un regalo

Acabo de llegar. Me he levantado a las 8 un sábado yo, que odio madrugar si no es estrictamente necesario. Y eso que ya he acabado un cursillo que tenía 9 seminarios en fin de semana, en la conchinchina y más allá, que me tenía ya bastante cansada... Pues hoy lo he vuelto a hacer. Y encima pagándolo. No ha sido mucho, y además venían incluidos la comida y el café, pero pagar por currar un sábado... rompe al menos unos 12 principios de vida no ejkritos de los que yo pueda tener. ¡Lo que hace una por la formación contínua!

No obstante, no penséis que lo he pasado mal: he ido con chicas muy majas, no me he encontrado a ninguno de los pessaos que me temía encontrar, mi jefa casi diría yo que se ha emocionado al vernos (ejke muy expresiva no es, por eso, a juzgar por la euforia del encuentro, con aspavientos y todo...), he vuelto a ver a Dimitri (que está para verle, y además trabaja para Hueber y te manda libros!!) y nos han regalado "cualquier cantidad" de libros y materiales. Así, sin pedirlos, simplemente por nuestra cara bonita de profesoras comprometidas. Toma ya. ¡Ah! incluso he comprado un juebo para mis alusnos que como no les guste, me los cargo.

Volvía yo con mis bolsas llenas de papeles (no hay nada que me guste tanto como que me den papeles, aunque sean inservibles o no los necesite, pero me encantan los papelajos, no sé, tienen una atracción sobre mí... que así está mi casa), pensando que todo eso habían sido buenos regalos para un día que, de no haber sido así, habría pasado por ser simplemente otro día gris, aburrido, sin nada que hacer, deprimente.

Pero al llegar a casa, he recordado el verdadero regalo de hoy. En un seminario que se titulaba "El tratamiento de la literatura en la clase de E.L.E.", me han regalado algo que quiero compartir con todos vosotros. Me han regalado este desayuno:

EL DESAYUNO

Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.

Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.

Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».

Me ha encantado. Se empieza bien la mañana con algo así, ¿no?
Es una pequeña maravilla de Luis Alberto de Cuenca, como esas que, supongo, a cada cual le tiene reservadas la vida. A unos más y a otros menos, pero a todos nos lanza estos guiños, me parece, alguna vez.

Es lo que a todas nos gustaría que nos escribieran. Es lo que a todas nos gustaría que nos dijeran, aunque sólo fuera una parte, aunque sólo fuera susurradito al oído (que para eso lo tenemos, también). Es lo que a algunos nos gustaría poder escribir siquiera una vez. Sin pretensiones, pero con un encanto irresistible. Sin grandes parafernalias pero con fuerza irrefrenable. Ni que decir tiene que tengo pensado hechizar un par de clases con este poema, pero quería yo compartirlo ahora con vosotros. Aquí os dejo vuestro regalo. Que lo disfrutéis.
Pergeñando...

A ver, que como os ponéis tan duros conmigo, voy a tener que ejkribir alguna cosa, un "lo que sea" para que no os enfadéis, jo, qué chungos. Así que os voy a jomentar una anésdota que demuestra el eterno retorno de lo mismo.

Sábado, 9 de la mañana. S. y yo tenemos que prepararnos para una larga jornada de cargar muebles (tales como una vitrina, una cómoda y otros enseres que he heredao de una compi), estamos casi listos cuando, de repente, escuchamos una trompeta en la lejanía... Nos paramos, nos miramos e ignoramos esa primera llamada, ¡a la cual sucede otra!

Nos precipitamos hacia la ventana y vemos esto en la calle:


Una colunna de personas vestidas de aquesta guisa, tan medievales ellos, con caballitos, estandartes, trompetas y... ¡tambores! en mitad de esta calle tan de la cuenca minera del Ruhr, tan urbana ella y tan industrial... Siejke me persiguen!! (por cierto, esa es la preciosa calle en la que vivo, y el mega super chino que me han plantao enfrente para que nunca me falte la soja en casa, cosa que con un vegetariano delosquenocomennimolujkines no te creas que no se agradece a veces...).



Y en esos momentos recordé, no sin nostalgia, amigos mios, el odio consumado que les tenía a los intrépidos componentes de la banda de mi pueblo, que tenían a bien (las criaturitas, ellas, qué majos, mekagüen) ensayar sus mono-tonas melodías (o sus asincrónicos maltratos al tambor o cualquier otro instrumento que osara caer en sus manos sin una pizca de miedín) justitito detrás de mi casa, de manera que una ya subía y bajaba las escaleras a golpe de marcha militar, mal que bien, todos los domingos, festivos y días de guardar, porque ¡para qué van a ensayar cuando la gente no les puede escuchar mientras estén en el cole o en el trabajo, protegiendo sus tímpanos de semejante tormento! ¡No, hombre, no! mejor el fin de semana, y si es antes de los exámenes, pues cuenta doble!! Así se podían apreciar con mucha más exactitud todas las estridencias trompetiles y demás elementos de esa típica muestra del arte de nuestros tiempos, llevado a cabo por delicados capullos de nuestra sociedad actual...

En fín, he aquí otro elemento de la columna, enmarcado por la preciosa vía del tren que casi se incrusta (todos los días cada media hora) en mi salón, a la que tenemos S. y yo especial cariño y que enriquece con cada pasada del tren nuestra vida en esta estupenda y bonita ciudad... Ni que decir tiene que esta foto es muestra de la armonía que reina en la zona, ya que el progreso no tiene por qué ser la ruptura con las tradiciones (aunque cuesta que no veas acostumbrarse a la imagen, ¿eh?), aunque ni el más pintao supiese en un primer momento qué era todo aquello, ni lo había visto anunciado ni era una tradición que se conociera de forma general en la zona...


Bueno, como última muestra de la genialidad de esta fiesta (que por lo visto es una especie de marcha de las diferentes compañías de la ciudad (?) que durante tres días enteros celebran el día del trabajo, porque ellos lo valen, que no porque sean alemanes van a llevar ellos a rajatabla lo de que es EL día del trabajo, y no LOS TRES días del trabajo, pero bueno...), una foto de mis preferidos: los de la plumita, que eran en parte los tamborileros de la jornada (os recuerdo que estamos hablando de un fin de semana a las 9 en una calle normal de la ciudad), de los cuales el jefe me gustó un montón, pero voy a dejar sin subir la foto al blos para que me mandéis vuestras innumerables cartas con el dibujo de cómo podría ser el jefe y participéis en el concurso del mejor alemán jefe-pluma de nuestra página güess...
En fins, como os decía, lo mismo siempre retonna eternamente, y los tambores siempre me encuentran a mi. Ains, lo que es el destino... Un besote a todos, nos leemos en dos meses (como muchísimo, jejejeje)







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