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Aventuras y desventuras de una Gran Cacho de Perkins

21/2/12

Así me ha ido la última semana... (Parte I, finde carnavalesco)

... porque los últimos 6 meses no os los puedo contar todos!! Baste decir que la vida sigue a pesar de los reveses y que hemos tenido bastante que hacer para readaptarnos a las nuevas situaciones que el año pasado nos tenía reservadas. Y entonces, llegó la semana pasada, o mejor dicho, el fin de semana anterior a esa semana:

Primero habéis de saber que hay un pueblecito en Alemania que casualmente es donde mi amor fue al cole, donde son unos adelantaos y celebran los carnavales una semana antes que en el resto del globo. Pero no sólo la juventud lo celebra, no, sino que se bloquea el centro y padres, hijos e incluso abuelos salen a la calle vestidos de aquella guisa para celebrar el momento como si no hubiera mañana y como si se hubieran vuelto todos locos. Ese fin de semana viene a ser como las fiestas de Galapapeich, adonde todo el mundo va (sobre todo a partir de ciertas edades) a ver al resto de gente que no ha visto durante siglos, y donde nunca se sabe lo que puede pasar. Evidentemente, estos carnavales son un punto de encuentro casi obligado para todos aquellos que se saltan o no pueden ir al resto de las quedadas, para ver a antiguos amigos y ponerse al día de las novedades. Lo malo es que viene siendo normal que coincida justo antes de mis exámenes de la uni, y esta vez justo, justo antes: el sábado era la mega fiesta, el domingo el desfile y el lunes, el martes y el jueves mis exámenes. No obstante y viendo la ilusión con la que S preparaba sus disfraces y complementos, no me quedó otra opción que plantearme la cosa desde una perspectiva relativista y pensar que bien puede una ir a la fiesta si el resto del tiempo está estudiando. Así que confirmé mi asistencia y el viernes después de todo el día trabajando nos hicimos "a la mar". Dos horas más tarde llegamos a casa de mi suegra, cenamos y yo cogí aplicadamente los apuntes y... casi me duermo. "No pasa nada, me acuesto hoy pronto y mañana me levanto para estudiar", pensé yo.
Al día siguiente me levanté relativamente pronto, me puse con los apuntes y el café y estuve hasta las 12 estudiando, momento en el cual teníamos que comer. Me metí la sopa, la carne y las verduras y otra vez estudiando hasta el Kaffee und Kuchen a las 15 h. Después continué hasta las 18 que había que cenar para no ir a la fies con el estómago vacío; me puse 300 capas de ropa debajo de mi túnica-saco egipcia y a las 7:30 estaba yo toda preparada cual Tutankamon para salir a darlo todo.
En el primer bar, donde se supone que quedamos para empezar puntualmente a las 8 a cargarnos todas las reservas de cerveza del pueblo en cuestión y de los aledaños, nos encontramos ya con un número considerable de los nuestros: yo llegué con un pirata y un jugador de baloncesto afro de los 70 y me encontré con otros dos piratas, César, un alien, un Disco-Stu, una tigresa, un chef francés, un bávaro, un indio y un caballero medieval. Empezaban las rondas cuando llegaron un grupo de piratas y no sé cuántos más disfrazados de "carnaval" en sí, porque entre tanta peluca y tela de colores no se sabía muy bien si había otra motivación temática. Al final acabamos siendo una horda de gente que sabíamos que al final nos íbamos a perder mal que bien entre todas las carpas y bares que había que visitar, así que empezamos la "vuelta al pueblo", en la que hay que tomar al menos una ronda en cada barra, como quien dice. Al principio la cosa iba bien pero luego se fueron disipando las mentes y al final quien más, quien menos bailaba con una nebulosa alcohólica importante. Yo dejé de participar en las rondas a eso de la cuarta carpa, ya que al día siguiente me tenía que recorrer 600 km de norte a sur para ir a Frankfurt y estar preparada y dispuesta para los malditos exámenes. Además, me había procurado una llave de casa, en previsión del probable caso de que a S le diera igual todo tras el quinto litro y no se quisiera venir conmigo a casa. Eran las 3 de la mañana, quedábamos unos pocos supervivientes en pie (o así) y algunos se habían pimplado una botella de Jägermeister ellos solitos. En vista de lo cual, yo me propuse la vuelta. S me dijo que se venía, que de todas maneras le iban a pasar a buscar a las 13 h del día siguiente para ir al desfile y que no se quería quedar mucho más tiempo. Con lo cual, esperé pacientemente hasta que pudimos convencer al resto de salir de allí, nos encaminamos hacia la salida del pueblo y... el puesto de las pizzas se interpuso en nuestro camino. Claro, después de horas y horas bebiendo, a quién no le apetecen unas pocas calorías y grasa en forma cuadrática a la solera de los -10 grados que debía de hacer a esas horas en esa latitud...? Una vez incrustada la obligatoria pizza en los ya de por sí maltratados estómagos, continuamos nuestra penosa marcha en busca de un taxi... no, porque en último momento vimos unas carpas que no habíamos recorrido en las que puede que se escondiera algún que otro conocido al que aún no habíamos visto y había que pasarse a mirar. Yo dije que me piraba al taxi pero S insistió diciendo que era un momentito y que después nos iríamos todos juntos... fue pisar la pista de baile de la primera carpa y pillarse otra ronda de cerveza, los chavales (que ya sólo eran 2 más).
De repente, el DJ de la última carpa gigantesca dice: "Lo lamentamos, pero la policía acaba de pasarse y tenemos que cerrar el chiringuito" (trad. libre). Aún estábamos nosotros bien dentro del meollo y yo veía cómo hordas y hordas de gente se iban poco a poco en busca del taxi salvador que los devolviera a sus casas, lo malo es que los nuestros no se movían. Yo ya un poco nerviosa, sugerí que nos moviéramos y tras unos segundos de paréntesis procesador de la información, se empezaron a dirigir hacia la salida. Naturalmente, había ya como 300000 personas que estaban esperando a un taxi y andaban en todas las direcciones de manera que era imposible que un taxi libre llegase hasta donde nosotros estábamos (porque aquí la gente no espera civilizadamente en la parada de taxis sino que va a la aventura a cazar el taxi desprevenido en la pampa germánica). Intenté explicárselo a mis acompañantes con buenas palabras pero no estaban receptivos e intentaban parar a cualquier coche, daba igual si era un taxi o no. En esas estábamos cuando nuestro amigo el César, que se había despedido hacía más de media hora porque estaba "cocido", hizo una entrada espectacular en la rotonda cayéndose sobre un seto todo lo largo que era. Entre risas explicó que llevaba todo el rato intentando encontrar un maldito taxi, pero nadie lo recogía. Esto pareció convencer a los chavales, que decidieron ir a otra parte del pueblo a probar suerte. Menos mal! Al fin llegó un taxi-bus y pudimos subirnos todos y llegar a casa más o menos a salvo. Lo malo fue que entre unas cosas y otras ya eran las 5 de la mañana y yo al día siguiente, si cabe recordarlo de nuevo, tenía que recorrerme 600 km para ir a un examen...

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