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Aventuras y desventuras de una Gran Cacho de Perkins

23/1/09

Ahora tocan las bonitas y divertidas



Me siento un poco mal de haberos transmitido solo impresiones negativas del cole y de sus "usuarios", jeje. Tenéis que entender que la lucha diaria marca mucho y hay días (o épocas) de frustración máxima de la muette en las que me pregunto por qué no me habré metido al módulo pitiflús de carpintera y me habría dejado de historias. Evidentemente, soy consciente de que si hubiera hecho eso, además de haber perdido al menos 4 dedos de la mano, 3 del pie y un ojo, estaría ahora muy frustrada y probablemente estudiando alguna carrera que me dejaría otra vez en este punto en el que estoy, así que tampoco hay que alarmarse.

Por supuesto, en el cole también hay puntos positivos: cuando los chavales te vienen comentando lo que moló el otro día tal o cual cosa, o cuando les oyes practicar las horas entre ellos sin pedírselo, o cuando se acercan después de clase y te dicen que les ha gustado y que no me preocupe por los pesados de turno, que son así pero no es por mí ni por lo que hago que sean taaaan pedorros, o cuando van tarareando la canción que visteis el otro día (se saben la del clandestino que no veas)... entonces te sale una lagrimilla interior en la comisura del ojo del ventrículo derecho y... Incluso los malos malosos de la clase 12 son en realidad muy graciosos de uno en uno, lo malo es que cuando se juntan no hay por dónde cogerlos.

Pero estos de los que hablo son los mayores y ya se puede razonar bastante bien con ellos, con lo cual no entrarían en el grupo de los "niños", de los chiquitines, que son los que me ponen más nerviosa a veces porque no se puede hablar como con los otros aunque te intenten llevar la contraria para protegerse.
Pero la verdad es que los niños, los chiquitines, a pesar de que no me hagan mucho chiste normalmente, no dejan de tener su gracia en clase en determinados momentos. Por ejemplo, al principio de este curso estuve en una clase de los más pequeñitos donde la mayoría chinchaban a uno que parecía que estaba en babia (en realidad, tiene Asperger, según han dicho los médicos hace poco) y se ponía como una locomotora cada vez que se rebotaba porque éste o aquél le decían cualquier tontería. Uno de los días, cuando llegué a clase el susodicho estaba chillando y llorando que se iba a cargar al otro, y mientras el resto sujetaba al histérico, el otro se reía en una esquina. Entonces, tranquilicé al primero y cuando saqué al "malvado" al pasillo para hablar conmigo a solas, le dije que por qué hacía eso, que estaba muy mal hacer daño aposta a alguien que sabes que es más débil que tú y blablabla (le eché una pequeña charla como corresponde a la profe buena y comprensiva que soy, ejém), y le dije:

- Yo pensé que tú eras un chico majo, ¿o es que no lo eres?

Y el chaval necesitó unos segundos de reflexión (pero que de verdad sopesó si es que se podía decir que él que es majo) y me soltó:


- Hmmm... en realidad sí y sé que no debería hacerlo, ¡pero es que a veces no puedo evitarlo!


¡Si es que no lo podía controlar, el pobre! Casi exploto ahí mismo de la risa y lo mandé a sentarse después de decirle todo lo seria que pude que intentase controlarse y que yo sabía que era bien majo y que seguro que lo podía demostrar. Él me dijo que vale, que lo iba a intentar de verdad, y se fue a su sitio muy convencido de su propósito de enmienda y no volví a tener que echarle ninguna charla más.


Y es que los chavales aquí tienen una sinceridad que a veces me pasma. Otro día hice una ronda de ruegos y preguntas en mi 6° conflictivo para que me dijeran qué no les gustaba de la clase y qué se podía mejorar. Y una niña levanta la mano y dice "a lo mejor es que usted no es suficientemente severa con nosotros". Y lanzo mi sorprendida mirada al resto y me encuentro a la mayoría asintiendo con la cabeza, como diciendo "si es que nos portamos muy mal..." De repente, los chavales empezaron a proponer castigos más severos para los que se portasen mal - ¡los que normalmente se portaban mal también! Yo no sé si en alguna de mis clases, cuando yo iba al cole, eso habría sido posible, pero lo dudo mucho.


También es duro cuando termina el curso y te tienes que ir. Ahí se demuestra que los que peor se portaron contigo, los más pesados y rebotones (ya sé que no existe la palabra pero algún neologismo que otro es una licencia de autor...), cuando llega el momento de la despedida son los que más tristes están y los que "parece" que se arrepienten de sus actos. Me acuerdo de uno que era como un rabo de lagartija que, al finalizar el año en mi cole de Alpedrete no me soltaba el día de fin de curso y me dio su dirección de E-mail e incluso me escribió un par de veces.
Hace poco, pillé una nota que había escrito una alumna en la que digamos que se metían conmigo de manera poco elegante y bastante hosca. Yo había dicho en la clase que como pillara notitas, las iba a colgar del corcho para que todos pudieran leerlas. Y claro, ésta también la colgué. Toda la clase se acercó corriendo al corcho a ver qué ponía y se empezaron a reir, menos una niña que se puso a llamar al orden a sus compañeros y a decir que eso no tenía gracia y qué pasaría si a ellos les pasara lo mismo. De primeras, ya la mitad de la clase se sumergió en un arrepentimiento precoz, pero lo mejor fue que, después de pedirme perdón y decirme que sólo había dibujado lo que el de al lado le decía y que no me había querido hacer daño, la niña me escribió una nota poniendo que no le parecía suficiente habérmelo dicho y que no quería ofenderme y que esperaba que yo aceptase sus disculpas, con unos dibujos muy elocuentes y muchas faltas de ortografía. A mí me hizo tanta gracia que le escribí otra con otros dibujitos, para hacer las paces, jajajaa.

Bueno, a esto se suman multitud de momentos assurdos en clase que me parto de cosas que dicen, lo malo es que de ésas no me suelo acordar. Como el día en que me preguntaron cómo se decía "podría vomitar" y cada vez que les toca hacer un ejercicio para el que no tienen ganas, lo dicen con una precisión que alucina (éstos son ya los mayores, conste, que si no no se lo hubiera dicho). O cuando me saludan todos en español por los pasillos y cuando yo les digo el esperado "¿Qué tal?" siempre me endosan su "Fataaaaaal" o "Ni fu ni fa", porque saben que me parto cada vez.


En fins, que para qué lo vamos a negar, que me gusta mi trabajo pero siempre te desahogas más con las cosas negativas, ¿no? Pues eso. Voy a ver si me preparo las clases para la semana que viene, que empieza la segunda mitad del curso (aquí van por mitades, y cada mitad tiene dos cuartales). Un besote y hasta dentro de poco (espero)

17/1/09

Niños, jóvenes "pubertarios", estrés y más niños...

No os lo vais a creer, pero yo tuve una época, hasta los 17 años más o menos, en que me gustaban los niños. Y los veía y me hacían gracia, y si conocía a los padres los cogía en brazos, jugaba con ellos y me los conseguía ganar para que fueran adorables... Bueno, pues esa época está muy, pero que muy lejos, ya que ciertos acontecimientos en mi vida alejaron de mí aquel sentimiento maternal y me acercaron más a comprender a mi padre cuando, a mi muy tierna edad, me hizo la confesión de que no le gustaban los niños (cosa que me dejó unos segundos sin respiración hasta que añadió la frase salvadora: "sólo los míos"Uff.).

Una de esas cosas es, lamentablemente, haber trabajado en un colegio en España. A mi me gusta mucho enseñar cosas que parecen incomprensibles, contar historias, ayudar a resolver problemas, aclarar dudas... me encanta ser profesora, pero (y todo tiene un pero en esta vida assurda) no me gustan demasiado los niños. Y menos los niños histéricos, gritones, puñeteros o violentos. Quizá un poco cuando tienen chispa, o se alegran de verte, o tienen el día tonto y se portan bien. O bueno, si lloran tampoco puedo soportarlo y se me deshace el alma en pedacitos. O si son niños de mis amigas, pequeñines y tiernos, entonces vale: tengo momentos de babeo máximo y se me derrite el corazón de riquines que son. Incluso podría reconocer cierta debilidad por éste o aquél. Pero dejando aparte esta experiencia reveladora que me ayuda a mantener las puertas de una futura maternidad al menos entornadas, no, no me gustan demasiado. Y esta experiencia se ha visto reforzada al empezar mi trabajo en un instituto alemán.

Os lo voy a contar y así comprenderéis también el por qué desde agosto no he vuelto a escribir... (Aunque ya pensé en escribiros cuando llevaba dos semanas de aventuras, pero como no vi yo mucho impacto de mis posts, pensé que nadie lo leía... que nooo, retiro lo dicho. No, también estaba hecha polvo (expresión que acabo de enseñar a mis principiantes y les ha gustado casi tanto como contestar un sentido "fataaaaal" cada vez que les pregunto el típico "¿Qué tal?" al empezar una clase), siejke no veáis cómo dehgasta el instituto... Al final, cuando conseguía levantarme de la cama (taaaarde) el finde me ponía a preparar cosas para la siguiente semana y ná, se me pasó un finde (también se lo he enseñao: "¿Qué tal el finde?" Me hace una gracia cuando lo dicen...jijiji) y otro finde, y otro finde... Hasta llegar a estas tesituras, medio año después, que se dice pronto).

Bueno, ¿por dónde empezar? Digamos que la primera semana fue lo más horrible que me ha pasao a nivel profesional en años y años. Fue peor que la primera clase que di, que tuve que repasar los pronombres personales de objeto directo e indirecto y fue un infienno... Fue peor que aquella vez que intenté que un grupo de adorables abueletes leyeran un texto sobre los Paradores Nacionales de más de 20 líneas. Definitivamente, fue peor que la primera vez que intenté explicar qué leches es eso del subjuntivo, y peor aún que aquella vez que una señora de muy mala leche se cerró en banda en una audición y no había manera de que se relajase y me dijera alguna palabra de las que entendía (que era imposible que no entendiera al menos una). Fue infinitamente más horrible que cuando otra señora se me apuntó al seminario "los éxitos del verano" sin poder siquiera presentarse, porque "como ya sabía español su marido, le podía ayudar...". Fue mucho peor porque fue un cúmulo de esas situaciones, pero de corrido durante toda la semana. Intentaré jomentarlo un poco más (jo, hay que ver todo lo que he ejkrito sin llegar al grano todavía):

Aquel día llegué pensando que tan horrible no iba a ser, porque por el momento y hasta que me incrustaran las clases de alemán (toma ya, diréis vosotros, más chula que un ocho es la assurda, clases de alemán en Alemania... que nooo, que son clases para niños de padres inmigrantes) sólo tenía una hora (de 45 minutos) en 6º de inglés (11 tiernos añitos, diréis vosotros, pan comido para Mari... JA!). Llegué incluso una hora antes para hacerme con el lugar. Lo primero, es que una está más que confusa cuando al fin encuentra la sala de profesores en un cole con varios edificios en el que nadie repara en una, y cuando entra se encuentra con más de noventa compañeros de los que no se sabe el nombre, no se sabe el apellido, no se sabe qué asignaturas dan (cada uno da al menos dos) ni en qué clases. Además, en esa sala del infienno hay chopecientos mil corchos todos con informaciones super importantes para que tú llegues a tu clase, no haya clases descontroladas, las notas se pongan los días que se tienen que poner, que el instituto no explote... Claro, yo llego de novata y necesito al menos una hora para encontrar mi sitio en el mundo.

Una vez estudiados todos los corchos y en vista de que no me tocaba hacer ninguna sustitución (que hubiera sido en el primer día lo que me faltaba) me encaminé a preguntar mesa por mesa quién más tenía una clase de 6º y qué tenían pensado hacer. De lo del material Montessori me dijeron que no hacía falta que me preocupara en un principio, y que iban a repasar. También me dieron ánimos diciendo que mi 6º era el mejor, que eran super riquines y que tenía mucha suerte de que me hubiera tocado esa clase. Así que contentísima me fui en busca del Arca (la clase) perdida, y cuando llegué entré super animada en plan profesora riquina y les empecé a espetar en inglés "How are you? My name is... What´s your name?" etc., a lo que ellos muy animados me contestaron...

... a grito pelao, en plan "¿QUÉEEEEE?", "PERO PERO PERO QUÉ DICEEEE" y cosas por el estilo, y no sé como, de repente tenía una clase de niños gritadores que no había manera de controlar, dos se estaban pegando puñetazos el uno al otro, uno chiquitín que parecía el amigo de las gafas del de "aquellos maravillosos años" pero con cadena al cuello y una camiseta de AC/DC se había tirado al suelo, las niñas daban grititos, los otros niños decían assurdeces y se las reían los unos a los otros... y yo allí en medio intentando poner orden, llamando la atención a los unos, sujetando a los otros... tal debacle, tal batalla, tal despropósito educativo no los había yo vivido nunca en toda mi carrera, y ya a los 5 minutos de haber pisado la clase tenía tal dolor de cabeza que no se me pasó hasta el día siguiente. Ni que decir tiene que las primeras preguntas fueron las únicas palabras en inglés que pude pronunciar en toda la clase, y en las siguientes. Aquello fue definitivamente lo que se llama mal comienzo de morirse, los chavales se me habían desmandado y, aunque en las siguientes clases les puse un código estricto de normas (según ellos, parece ser que no soy lo suficientemente estricta - mecachis!! Pero si la Rottenmeyer era un cúmulo de dulzura a mi lado después de aquella primera hora de clase!!) y les mantuve más o menos a raya, realmente lo del inglés no se lo tomaron en serio... hasta hoy, que después de cargarme a media clase (siendo infinitamente magnánima, que si hubiera sido justa me aprobaban 5), gracias a Santo Tomás de Aquino me han incrustado una clase de niños aún más pequeños, que son más manejables y me tienen un poco más de respeto, porque la tutora de los primeros ha vuelto de su permiso de maternidad y es profesora de inglés (toma!!)

Aquel día volví a casa y me acosté porque no podia ni pensar, ni actuar, ni preparar clases ni nada. Tras UNA horita de nada!!!!!!! Y esto es un breve ejemplo de las perlas de la vida del profesor en una Gesamtschule alemana, que ni decir tiene que he tenido muchas más, pero para que os hagáis una idea de lo que yo he llegado a echar de menos a mis adultos de la Escuela de Idiomas, a mis vagos estudiantes de la Uni, a los profes a los que enseñaba español en la academia... cuánto he echado yo de menos a esa gente, madre mía. Pero bueno, ya estamos a casi 6 meses de aquello y después de infinitos cambios de horario, de no obtener las clases de alemán sino de inglés para los chavales de 17 años (comentando sonetos de Shakespeare como mínimo), que tiene tela, de discutir de notas con chicos de 18 que se piensan que con sentarse en la silla en mi clase aunque sea de espaldas a la pizarra y escribir tres líneas por pregunta en el examen tienen todo el derecho a aprobar, con chicas de 19 que son "super guays" y "nuuuunca" en la vida han sacado un notable en español y demás alegrías, ya estoy perfectamente adaptada a la escuela, me sé dónde está cada clase, reconozco a más de la mitad de mis compañeros ya sea por el nombre de pila o por el apellido y por todas partes me dicen que a ver si me puedo quedar en el cole definitivamente ... Algo es algo. Seguiré luchándolo, pero os puedo garantizar que, de momento, los niños siguen sin gustarme demasiado.

Un besote a todos, seguid bien. Otro día os cuento cosas divertidas del cole, que también las hay, conste.

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